Poema de San Valentín: La historia de Alba y Ángel

Alba es profesora. Tiene psoriasis desde que nació. "De joven me costó lo mío aceptar mi piel y mi cuerpo, y me escondía, como nos ha pasado a tantos. En el momento de los primeros ligues, no era fácil. Sí que es cierto que siempre tuve suerte y fui siempre aceptada, me sentí bien y eso me ayudó a aceptarme y sentirme mejor conmigo misma. Siempre he tenido una psoriasis que ha mejorado mucho en verano."

Por eso, Alba explica que solía ligar en verano y, cuando llegaba el brote de invierno, cuando ya la conocían, era menos importante tener la piel de la manera que fuera. También recomienda que antes de desnudarse ante otra persona es importante explicar qué es la psoriasis, enseñar alguna lesión para que la otra persona sepa lo que tiene y así no se den ocasiones de sorpresa o rechazo, en plena intimidad.

Tras veinte años casada, Alba se divorció y pasado un tiempo, se animó a conocer a otras personas. En Tinder conoció a un "señor elegante con el pelo blanco". A Alba, que es profesora, le gustó ver que en su descripción no había ninguna falta de puntuación. Era verano y las lesiones no se veían. Llegó el brote de invierno y a Ángel le impactó la piel de Alba, roja y encendida, por lo que le escribió una poema titulado "ESCAMAS" que a Alba le llegó al corazón.

En ocasión del Día de San Valentín, compartimos su historia de amor y el poema que le escribió Ángel, para reivindicar que se puede tener psoriasis y vivir el amor, la sensualidad y el deseo con plenitud.¡Gracias por compartir vuestra historia, Alba y Ángel! 

ESCAMAS

No son suficientes

mis dos manos abiertas

para llegar a atisbar

la verdadera gravedad

de tu piel marcada a fuego

por un frío inesperado

y un invierno indefectible.

Necesito leerte

en la sonrisa regalada

que adorna tu mañana

y atesorar sus historias

tras mis párpados absortos

enredados entre unas sábanas

escamadas en blanco.

Y si mis manos abiertas

y mis párpados absortos

y enredados

no son suficiente,

contaré con mis mejillas

que, ruborizadas

en pasmo y sorpresa

por el sabor oleoso

de la descubierta albada

de tu presencia,

en este atardecer

de cráteres

y lava eyectada

a puro fuego,

escucharán

tus poros almenados

cual castillo indestructible.

Y si mis manos abiertas

y mis párpados absortos

y enredados

y mis mejillas ruborizadas

y oleosas

no son suficiente,

me sentaré a tu lado

para escuchar,

a pesar del granizo,

el calmo, silencioso

y pausado rumor

de tu elocuente respirar.

Ángel R. Larrosa Buendía 

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