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Tribuna Acción PsoriasisMadrid, centro del universo español donde todo lo que ocurre retumba y retumba en las agendas de los medios de comunicación nacionales; hasta el punto de que la noticia parece que se ha producido en la puerta de casa, por muy lejos que vivas de la capital y muy distante que te coja el problema. Tienes que hacerlo tuyo, para bien o para mal de una ciudad y una comunidad maltratada por la crisis y afectada por un complejo de superioridad que le está costando caro. Es duro vivir en Madrid, sobre todo porque nadie está autorizado a reconocerlo y la imagen de plácido edén que nos cuenta su clase política tiene fiel reflejo en medios adictos. Así funcionan las cosas. 

 

Ahora, que tanta atención también se vuelve contra ti, cuando vienen mal dadas. La dimisión de su consejero de Sanidad por el paro a la privatización de hospitales públicos es un varapalo a una manera de hacer las cosas y pone sobre la mesa algo que los teóricos del posmodernismo dejaron claro hace ya tiempo: no puedes hacer cambios en temas fundamentales sin conseguir un amplio apoyo social. Antes de hacer nada, consulta y toma la temperatura a quien sirves, para evitar así que te den la espalda. 

Es hora, pues, de volver a repartir juego, sobre todo en temas como la Sanidad Pública, que sigue siendo un orgullo interno de los españoles, por mucho que la crisis le esté afectando. Este puede ser un buen momento para generar nuevas vías de entendimiento que generen confianza en todo el Sistema y, por qué no, podría ser el principio de una recuperación general de la confianza. De modo que hagamos los deberes y pongámonos a trabajar. 

Nosotros, desde Acción Psoriasis, pensamos que el camino está, entre otras muchas cosas, en abrir las puertas a la opinión de los pacientes y escuchar sus demandas, cargadas casi siempre de un espíritu práctico que sorprende a los dirigentes por su dramática sencillez. Los pacientes de psoriasis sumamos miles de horas en pasillos de hospitales y también miles de sueños perdidos en la esperanza de una mejora global que tenemos derecho a exigir a nuestra Sanidad. 

Por lo tanto, menos política economicista y más capacidad de autocrítica. Más puertas abiertas al diálogo y, una vez más, más herramientas para sostener un sistema sanitario en el que podemos seguir creyendo, pese a todo. 

 

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